jueves, 10 de junio de 2010

Y se marchó

Con cuidado guardó sus cosas, como quien guarda un tesoro. Por último, recorrió con la vista su entorno observando detalladamente cada rincón en busca de su más intima pertenencia; no le importó cuanto tuviera que cargar. Por último, miró fijamente la puerta de salida y pensando por un segundo lo que iba a hacer, la abrió y se marchó.
No tuvo el valor de poder cerrarla y aunque lo deseaba, tampoco se animó a volver la vista atrás.
Y ahí dejó sus recuerdos, sus sueños, sus alegrías, sus anhelos, sus proyectos, todo lo que hizo que se sintiera digno.
Y se marchó, cargando con sus angustias, sus frustraciones, sus preguntas sin respuestas.
Sin rumbo, sin objetivos, anduvo un tiempo, hasta que agobiado de su equipaje pensó en deshacerse de él. Decidido, se paró al borde del río para arrojar todo lo que llevaba consigo, y sabiendo que iba a ser irreversible, lo hizo.
Por fin pudo librarse de la pesada carga, de lo que no pudo librarse, fue de las ataduras que lo unían a ella.
Y se marchó, se fue para siempre.

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