Un día el amor y el odio se encontraron, se miraron fijamente uno al otro con autoridad, no se dijeron nada,
solo se miraron con profundidad tratando de encontrar que los diferenciaba entre sí. Siguieron así por un tiempo,
un tiempo que no se puede medir y que tardaría toda una vida.
El amor pensaba en la pasión, el odio en la ira.
El amor pensaba en la lucha, el odio en la venganza.
El amor pensaba en la entrega, el odio en la codicia.
Y, así, pasaron toda una vida encontrando diferencias y sin poder apartar el uno al otro del camino.
Miraron a los lados, detrás de sí, y notaron que no había lugar para cruzarse.
Los dos andaban por la misma senda.
Una senda estrecha, larga y continua que mide toda una vida.
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